Estamos en el edificio que, en 1918, fue el origen de una empresa que en el último ejercicio facturó 14 millones y medio de euros. Ahora, la vieja fábrica alberga unas oficinas funcionales y cómodas para los técnicos y administrativos de Calderería Manzano. Se respira un silencioso pero intenso ambiente de trabajo, mientras la lluvia, fuera y a rachas, empapa Bujalance y el Alto Guadalquivir. Nos recibe Ángela Manzano (Córdoba, 1983), directora ejecutiva de una empresa que ya no es familiar pero que mantiene a la familia que originó la firma al frente de la misma.
Calderería Manzano destaca por varios aspectos, pero sobre todo los más importantes son la innovación y la exportación, que la convierten en una de las empresas más punteras de su sector no solo en Andalucía, sino en España. El suministro de bodegas y maquinaria para las almazaras y cooperativas olivareras ha sido siempre su actividad, ahora marcada por la digitalización, que es lo que piden los tiempos. Ángela Manzano nos recibe en el despacho de su padre Antonio, el presidente de Calderería Manzano, amplio y bien iluminado. Esta joven mujer dirige un legado. En el fondo de la estancia un cuadro preside la charla. Es una reproducción de un viejo dibujo a blanco y negro de la calderería en los años 50 del pasado siglo. Ángela nos lo explica con orgullo y la satisfacción de quien trata de mantener el espíritu de esa modesta obra de arte.